domingo, 25 de octubre de 2009

Kariva

Después de un año y algunos meses regresé con ella al café donde nerviosamente tuvimos nuestra primera cita. Algo, además de los cuadros en la pared y el olor a comino justo en la entrada, me sugirió que no se trataba del mismo café.
Volví a pedir el mismo té. Volví a sentir los mismo nervios. Los mismos nervios y el té, siempre recurrentes a la aparición de Adriana.
El café es muy pequeño debido a que está en una calle que hace cuña con otra, formando una cuadra triangular; todo en su interior tiene proporciones casi diminutas: las mesas redondas en las que apenas caben un par de codos, un par de tasas y un plato. En el pequeño mostrador se exhiben docenas de variedades de té, que junto con las frutas hacen posible las más retorcidas combinaciones de tisanas (y ahora siento la necesidad de beber de nuevo té negro de los ojos de Adriana).
Cuando me acomodé en la mesa, ya un poco más aclimatado al lugar, de cerca la carta me pareció adecuada a las proporciones de todo lo que estaba allí: un pequeño librito de hojas tan delgadas, amontonadas entre sí que daban la impresión de ser una biblia de bolsillo con hojas de de papel de china; pero al abrir la pequeña biblia me di cuenta de que las posibilidades de ordenar eran infinitas. Las recetas parecían más bien poemas, que de vez en vez recurrían a colores secos, tiempos de reposo, y recipientes que acentúan el sabor.
Del mostrador salió la mesera a recibirnos después de una hora de confusas decisiones , cosa que no me molestó en lo absoluto, ni siquiera Adriana se molestó, al contrario, coincidimos que nos faltó tiempo para decidir entre todo el laberinto de yerbas innombrables, semillas, y frutas desconocidas. La mesera no nos presionó. Se sentó con nosotros y nos contó, mientras retomábamos la carta, que no mucho tiempo atrás un anciano invirtió casi dos semanas en decidir la tercera taza de té.

*****

Nunca he encontrado un lugar en el mundo, y sin embargo he podido despertar e inmediatamente levantarme, toda mi vida, día tras día. Nunca he tenido un trabajo estable pero he tenido todo lo que necesito; no encuentro un lugar en el mundo.
No exagero cuando digo que lo único estable en mi vida han sido todos los libros que leído; sobre cualquier cosa, siempre y cuando tengan que ver, aunque involuntariamente, con la literatura; lo digo porque recuerdo haber leído la historia del π de una forma tan bien escrita que comencé a soñar con todo ello, y conste que lo bien escrito no tiene ser precisamente literatura, pero sí que la prosa sugiera algo más que cuidado sintáctico: amor por las palabras, y amor por las ideas.

sábado, 24 de octubre de 2009

VERSOS VERSUS VERSOS



REAL PATETISMO: José Pulido,Eduardo Celis, Amado Peña y Roberto Culebro
LETRA VEINTIOCHO: Victor Gálvez, Marlen Gutiérrez, Jesen Meneses y Reyes Isven

lunes, 12 de octubre de 2009

Demasiado tiempo

Qué hago con esta vida que parece juventud
y que es larga
Qué hago con los amigos esenciales
los de siempre
los de todo el tiempo

domingo, 11 de octubre de 2009

Scrabble

Desde las cosas sin nombre
te llamo

sábado, 10 de octubre de 2009

Hacia Montauk

Coníferas mudadas a estalagmitas
playa
cierro la mano y apareces
siempre a la izquierda
trazada por gaviotas diagonales