sábado, 13 de abril de 2013

Robert Creeley violento

"Sí, un gran encuentro. Obviamente fue debido a que él tenía el mismo problema que yo, peleaba por ganas de pelear. Había estado en el Cedar Bar con Franz Kline y un amigo de Kline, y probablemente Fielding Dawson también estuviese ahí. Estábamos sentados en la esquina hablando y bebiendo muy relajados. Pero una vez más, yo –algo muy característico en mí- me desenganché de la conversación y empecé a apurar las cervezas o lo que fuese que estuviésemos tomando porque no salían rápido. Iba hasta la barra, bebía un trago rápido y volvía a la mesa. Los tragos empezaron a salir con regularidad y, para entonces, yo ya estaba excitado y me estaba poniendo desagradablemente borracho y volvía a la barra para pedir otro trago cuando este tipo tan sólido, tan particular, tan intenso, entró al lugar. Vino hasta la barra y casi inmediatamente hizo un gesto que me molestó: puso su vaso cerca del mío, empujándome con sólo estar ahí. Así que yo traté de afirmarme en donde estaba. Lo próximo que recuerdo es estar abalanzándonos el uno sobre el otro. Recuerdo que John, uno de los dueños, se apoyó en la barra y saltó encima para ponerse en medio de nosotros y nos dijo, “ok, muchachos,” y empezó a empujarnos a los dos, con lo cual, sin siquiera pensarlo, nos enfrentamos a él y él dijo, “vamos, muchachos, córtenla.” Luego dijo, “Muchachos, ¿ustedes se conocen?”, y nos presentó y ¡Dios! ¡Era Jackson Pollock! Acto seguido, yo estaba mostrándole fotos de mis hijos y él me decía, “Quiero ser su padrino.” Instantáneamente afable, sabes. De inmediato nos hicimos amigos y él fue muy bueno conmigo.
En esos días, recuerdo, en el Cedar Bar yo solía llevar conmigo una navaja de mano que en mis momentos de frustración y furia… – digo, nunca apuñalé a nadie, pero la podía sacar si… sabes, no creo que alguna vez haya tratado de asustar a la gente con ella, pero si todo fallaba, la navaja estaba ahí… no en el sentido de que fuese a matar a alguien, como con un arma, pero amaba esa navaja. Podías tallar cosas con ella, formar cosas y mucho más. Aparentemente, yo coqueteaba con esa navaja en el bar en algún punto y recuerdo que John me la quitó una vez diciendo “por dos semanas no vas a llevar esta navaja.” Finalmente, me prohibió la entrada al lugar. Yo le dije, “¿qué voy a hacer entonces? ¿Adónde voy a ir?” Más tarde, dejó que entrase con la condición de que bebiese solamente cerveza de jengibre, pero tan sólo porque empecé a quedarme en la puerta y a mirar adentro por la ventana. Me dejó entrar y sentarme otra vez, en tanto fuese un buen chico y tomase mi cerveza de jengibre. Más tarde me devolvió mi navaja porque esa navaja era muy… bueno, aún tengo una de ésas."

Entrevista a Robert Creeley. Paris Review, 1968.

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